Cuando compartimos un momento de lectura con un bebé, cuando le susurramos palabras suavemente y las acompañamos con gestos, expresiones y caricias, de alguna manera estamos iniciando al niño en un campo que podrá desarrollar toda su vida y que le ayudará a crecer y a desarrollarse; hablamos del placer por la lectura, de los agradables momentos que proporciona esta actividad en todas las edades y, que desde el primer año supone un acto de comunicación y de socialización con las personas del entorno.
Puede que el niño no comprenda las palabras que escucha, pero sí puede percibir que algo se está contando, algo que merece la pena ser escuchado porque los demás están muy atentos y reaccionan sensiblemente según avanza la narración.
¿Por qué un libro?
De alguna manera un libro también es un juguete, aunque ciertamente con características especiales. Los libros infantiles tienen dibujos, fotografías, gran variedad de colores, pestañas que pueden levantarse para descubrir los secretos que esconden… y también está presente la parte escrita que el niño no comprende, pero que los mayores miran mucho cuando tienen el libro en sus manos, y hablan y hablan sin parar, por lo que intuye que las letras dicen cosas que los mayores son capaces de contar. Poco a poco se va creando un vínculo entre el adulto, el niño y este nuevo juguete que atrae la atención del niño pues le ayuda a descubrir el mundo que está ahí fuera y que se ve también reflejado en las páginas que mamá y papá van pasando, haciendo continuas referencias a objetos más conocidos y cotidianos.
No conviene que nos preocupemos porque el niño no preste atención de forma muy seguida: de hecho lo normal es que vuelva varias veces sobre lo mismo y se distraiga en muchas ocasiones. Lo importante es que descubra la posibilidad de desarrollar esta nueva forma de comunicación y afectividad con los adultos y que le ayude a canalizar su natural curiosidad hacia el desarrollo del lenguaje, la memoria, la capacidad de abstracción y la imaginación, entre otros aspectos.
Cuando contamos una historia, el niño no solamente escucha, sino que también habla y de este hecho es determinante en las distintas etapas de su desarrollo, de repente surge un borbotón de palabras sobre un determinado aspecto que le llama la atención y que muchas veces concluye con una pregunta que poco tenía que ver con aquello que le hizo empezar a hablar; y sin embargo, casi sin darnos cuenta, estará sentando las bases necesarias de su lenguaje para poder aprender a leer.
El desarrollo de las capacidades mentales supone un apartado muy evidente cuando observamos cómo el niño va siendo capaz de repetir palabras que ha escuchado, después incluso hasta frases idénticas a las leídas, a ala vez que va siendo capaz de contar la historia a su manera. Muchas veces los cuentos mencionan unas situaciones que el propio niño ha experimentado y es capaz así de interpretarlas e interiorizarlas mejor, le son familiares algunas de las cosas que les ocurren a los protagonistas y eso le transmite cierta seguridad y complicidad, no sólo con quien le lee le cuento, sino con los personajes, que allí aparecen, ampliando su abanico de fantasía. Y, desde luego, le estamos dando una cultura que le ayudará a enfrentarse con más posibilidades de éxito a un mundo donde parece que sólo la tecnología y la satisfacción inmediata y fácil tiene cabida. Un libro hay que leerlo, mimarlo, pasar tiempo con él, y su contenido se va extrayendo poco a poco, a un ritmo determinado, y no todo de golpe ni de una manera exclusivamente visual.
Cuando un niño está acostumbrado a escuchar y empieza a sentir el placer de imaginar, de abstraer y relacionar lo que ve en la realidad con los dibujos de los libros y es capaz de ir construyendo representaciones mentales, estamos por una parte sentando otras bases igualmente importantes, estamos favoreciendo su capacidad de concentración y ayudando evidentemente a evitar el fracaso escolar.
¿Cómo mostrarles los libros?
En realidad no existen secretos para llevar a cabo las primeras lecturas con los niños, basta con un poco de paciencia y el deseo de compartir momentos mágicos en los que la sensibilidad sobre lo que se lea esté a flor de piel.
Emocionarse con lo que está pasando en el texto, expresar lo que pueden sentir los distintos personajes, reír cuando se narra algo gracioso, poner cara de sorpresa cuando la situación lo requiera…estar juntos, en definitiva, pasándolo bien al margen de que sepamos que a la vez estamos instruyendo y preparando para el futuro, ya que esto queda relegado a un segundo plano para poder disfrutar de cada instante.
Algunos consejos:
- Buscar un lugar adecuado y cómo para empezar la lectura, si es posible, un mismo sitio lejos de excesivas distracciones.
- Utilizar mucho las inflexiones de la voz, cambiar el ritmo, el tono y el volumen para atraer la atención de los pequeños.
- Elegir los primeros libros en función de las características del niño.
- No preocuparse si se distrae con otras cosas, tener paciencia y seguir leyendo.
- Dejar que el niño sea parte activa en la elección del cuento.
Un cuento porque…
- Afianza la relación afectiva entre los padres e hijos, su lectura implica compartir momentos, poder hablar y estar juntos.
- Culturiza entretiene y aporta experiencias enriquecedoras que pueden ayudar a canalizar ciertas situaciones emocionales de manera oportuna.
- Aumenta la capacidad de expresión y mejora el lenguaje, con frases más elaboradas que las utilizadas habitualmente.
- Estimula la fantasía, la capacidad de escucha y la memoria.
- Transporta al niño a mundos distintos, a otras épocas y lugares, con una gran intensidad evocadora que potencia su inclinación a desarrollar sus propias historias.